Meditando a la luz de la luna

Camino entre los jardines, su expresion era ausente, un aire frio soplaba esa noche, casi no habia nubes en el cielo, por lo que se veian bastantes estrellas, era una noche de luna llena.
Se sento en la fuente y miro el cielo, se preguntaba cuanto tiempo estaria ahi, no creia que fuera mucho, ella era una criatura viajera y no podia estar en un solo lugar.
Viajera... ese es el nombre que habia recibido, el nombre que se habia ganado, en casi todo el mundo se conocia de ella, pero casi nadie sabia su verdadero nombre, casi todos los clanes de vampiros la conocian como viajera, una sombra, un alma sin hogar, vagando eternamente por el mundo.

Se levanto y tomo una rosa, era de un hermoso color rojo, al momento de tomarla se pincho con una espina, miro su dedo pensativa, en lo que u liquido pintaba sus manos de un rojo carmesi.

-Parece ser... que aqui tampoco sere aceptada...-

Apesar de que la academia era enorme no sabia donde meterme, el lugar apestaba a humanos, vampiros habia por donde sea, estar ahi se me complicaba mucho, aguantar las miradas curiosas y comentarios sin sentido, cada vez entendia menos mi existencia, pero apesar de ello, no era capaz de acabar con mi vida o lo que fuera que sea. Sali a los jardines, apesar de que el olor no desaparecia se perdia un poco con tantas plantas y flores, que aunque no me agradaban, preferia esto a los demas. El viento ondeaba mi vestido y piel palida relucia por la luz de luna, caminaba a paso lento, llegue hasta la fuente y me sente, esperando a aque algo bueno pasara en este insoportable lugar, fue cuando de un derrepente percibi un ligero olor a sangre acompañado de una voz femenina.
-No crees que es algo imprudente causarte heridas en un lugar donde puede haber vampiros hambrientos y poner asi en juego nuestra identidad?
Me referi a la chica de cabellos negros una vez que me hube acercado a ella, habla sin expresion alguna en mi rostro mientras le miraba con algo de desprecio.

La pelinegra ni siquiera se dio la vuelta al escuchar a la chica, solo al percibir su olor se dio cuenta de que era una de ellos.
-Los vampiros no gustan de la sangre de otros vampiros, aunque hay muchos que tienen los habitos de beber la sangre de los nuestros- la herida se fue cerrando, solo dejando la mancha de sangre en su mano, se llevo la mano a los labios y comenzo a beber el resto, despues siguio hablando -me preocuparia si alguien me atacase, pero no creo que logren hacerlo, tengo demasiada experiencia como para caer en un truco tan bajo-

Me sente a la orilla de la fuente con las manos cruzadas mientras la esuchaba hablar, la obserbaba en cada accion que hacia, bebio su sangre, el aroma era completamente desagradable, pero despues fue desapareciendo de apoco cuando hubo bebio por completo su sangre.
-A lo que me referia era a eso, si alguien te atacase y hubise humanos presentes todo este teatrito se hecharia a perder-le hablaba sin dejar de mirarle. -pero para que decirlo, no paso nada de que lamentarse
cuando termine de hablar volvi mi mirada hacia la luna, la cual se miraba realmente hermosa y enorme.

Volvio a tocar la rosa, ignorando a la chica, intentando cortarla, pero las espinas hacian la tarea imposible, el tallo de esta ya estaba manchado de sangre.
-¿porque las rosas tienen espinas?- pregunto para si con aire ausente.

Di un suspiro hondo y puse mis ojos en blancos, lo que me me faltaba, toparme con personas como ella, movi mi cabeza de derecha a izquierdad y puse de pie.
-Las tienen porque nada en este mundo puede ser perfectos-le dije con desprecio y di media vuelta. -Con tu permiso-y comenze a dar unos cuantos pasos a lado contrario de ella, el olor a sangre me era desagradable y comenzaba a marear.

La pelinegra siguio ignorando a a chica, desde el momento de su llegada hasta el de su partida.
Siguio tocando la rosa.
-Aveces pienso... que la vida es injusta- cerro los ojos y recordo a aquel hombre, aunque hubieran pasado mas de 500 años aun recordaba su rostro a la perfeccion. Esa persona tan perfecta y amable, como era posible que esa persona la aya condenado a esto. Apreto la rosa con fuerza rompiendo el tallo.

-ten compasión al menos de las flores, no? Paseando por los jardines me topé con una chica que acababa de destrozar una rosa. -Ellas son tan frágiles, no pueden ni siquiera gritar de dolor. por eso tienen unas preciosas espinas, para intentar protegerse. Pero si a ti las heridas que te causan no te importan nada, la existencia de esas espinas no tiene sentido...

La pelinegra miro de reojo a la chica y dejo caer la rosa llena de su sangre al piso. Su rostro se mostraba inexpresivo como siempre, pero en sus labios se mostro una leve y fugaz sonrisa -hablas con sabiduria, me agrada- volteo y se miro la mano, viendo como la herida sanaba lentamente -pero sabes que si le hablas asi a la gente podras hacerlas enojar.....- levanto la cabeza y la miro a los ojos fijamente, sus ojos oscuros eran hipnotizantes, muchos dicen que la mirada era la ventana al alma, pero con ella era diferente, sus ojos eran tan oscuros que uno se podia ver reflejados en ellos, y nunca se podria saber que era lo que estaba pensando. -Soy Taniyama Nanase.... tu eres?-